sábado, 10 de enero de 2015

¡¿Tal vez en otro año?!


Indudablemente, asistimos a una era en la que se vive de prisa y en la cual la cantidad, variedad y posibilidad de emprender actividades y proyectos,  se ha incrementado.

Apabullados por el mundo del marketing y la publicidad sin límites, algunos de los productos con que nos  bombardean (en cualquier momento y lugar) se filtran por cierta hendija que dejamos abierta y atrapa nuestro lábil deseo. 

Entonces…tomamos la decisión de tener un cuerpo que luzca en verano o hacer ese cursito de bonsái que vimos mientras abrimos el mail o leer el clásico ruso que un desconocido nos  recomendó por faceebok.  A la vez que la lista de objetivos se incrementa empezamos a darnos cuenta que nuestro actuar (llámese inmaduro, impulsivo o ansioso) nos indujo a anotarnos al curso de cupcake tan sólo porque queríamos probar uno bien caserito!

Tanto los últimos meses,  como  los primeros del año que arranca,  se presentan como una época plagada de balances,  evaluaciones y análisis de los proyectos emprendidos, olvidados, abandonados o de los que aún no se han comenzado y se encuentran a la espera de una nueva posibilidad de vida con la renovación de un año que eleva las expectativas de los más emprendedores. 

En diciembre, al avizorar que  se presentan las últimas oportunidades de definir algo de lo que hicimos durante el año, intentamos cerrar (por lo menos, lo que hemos comenzado) a sabiendas de que resulta ingenuo creer que podamos resolverlo en un par de días.  El nuevo ser que se presentifica, con la llegada de las fiestas que anuncian el cambio de año, nos empapa de un renovado vigor que nos  propone  llevar a cabo una negación conciente de las verdaderas razones que impidieron que hiciéramos aquello que nos habíamos planteado hacer.

Cuando, luego de intentar que la balanza se incline a favor nuestro, esto no sucede y llegados a las últimas instancias de los balances, estos arrojan resultados negativos,  se abre el abanico de las diversas manifestaciones de la angustia, la culpa, la queja, la ansiedad, la tristeza por las pérdidas o las desilusiones.  Manifestaciones que movilizan a los sujetos que las padecen a buscar un método, una salida o una ayuda que los alivie, porque están sufriendo y quieren estar mejor.   Entonces, se dirigen al psicoanalista para tener otro motivo de balance para fin de año, pero del que viene.

Digamos que, con estas palabras quiero transmitirles, que los balances lo dejemos tal vez para otro año, cuando consigamos sostener un tratamiento psicoanalítico o cuando podamos reflexionar analíticamente antes de aventurarnos a comprar  los proyectos extranjeros que intentan vendernos.


Mientras tanto, sigamos haciendo lo que hace falta que hagamos, para hacer lo que sentimos, que redundará en hacernos menos infelices cada día, sorteando los obstáculos o haciéndoles frente, valientemente y con renovadas energías e ínfulas, siempre reconociendo el deseo profundo y planificando el camino creativo para alcanzarlo.


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